Es importante que toda persona tenga ciertos conocimientos en materia financiera para tomar conciencia del valor de sus activos y alcanzar un grado dominio de su poder adquisitivo.
Esta premisa se enmarca en una cultura del esfuerzo que parte de posibilitar un puesto de trabajo que nos haga felices, que nos dé independencia económica y que nos posibilite ahorrar.
La educación financiera no tiene nada que ver con la cultura del pelotazo. No se busca el enriquecimiento sino la puesta en valor de lo que tenemos y de cómo podemos crecer de forma compuesta con ello.
Son muy manidos los ejemplos del crecimiento simple y del crecimiento compuesto así como de las metáforas que se puede hacer al respecto doblando una hoja de papel.
Los folios tienen un grosor de 0,1 milímetros. ¿Sabías que doblándolo 21 veces construiríamos una pasarela de un km? Esa locura matemática la podemos empezar a poner en práctica con nuestros ahorros. A esta locura Einstein la denominó como la octava maravilla del mundo.
Desde bien pequeños y fruto del cariño de nuestra familias hemos aprendido a ahorrar con un cerdito de barro al cual golpeábamos con un martillo cuando queríamos comprarnos algo de relevancia.
Analizando cómo hemos aprendido a ahorrar podemos llegar a la conclusión de que la ciencia que se esconde detrás del cerdito en una ciencia ineficaz ya que no tiene en cuenta un concepto tan importante como la inflacción y tampoco se ocupa de utilizar el activo que dormita en la panza del gorrino para que el mismo crezca exponencialmente.
La inversión es la optimización del ahorro. El éxito del ahorro se nutre del estudio que requiere toda inversión y del crecimiento compuesto que seamos capaces de ir generando con la evolución de nuestra cartera.
Invertir y ahorrar nace de la capacidad de la persona de desarrollar un puesto de trabajo y poner a trabajar las remuneraciones del mismo para luchar contra la inflación y optimizar la creación de dinero.
La inversión es el pensamiento racional de la cultura del ahorro como conciencia lejana a la cultura del pelotazo. En la inversión compramos participaciones de empresas y sentimos que estamos dentro de ella. Es de una naturaleza opuesta al juego, a la apuesta, a la diversión y la adrenalina.
En el camino de la creación de valor y la optimización del crecimiento compuesto de nuestro portfolio nos podemos encontrar empresas que pueden ser catalogadas como "Superacciones". Son esas empresas compounders o multibagger.
Estas empresas suelen tener las siguientes características:
Un Market cap de 100 a 1000 millones.
Ventas crecientes y estables.
Equipo directivo alineado.
Alto Roic.
Crecimiento que genera expansión en los márgenes y en los múltiplos de valoración.
Ya que son acciones de crecimiento, presentan una potencial alta volatilidad. Esta volatilidad debe hacer trabajar nuestra psicología de la inversión para no vender cuando se ha acumulado una fuerte caída en el valor o cuando se han generado fuertes y nuevos máximos. Las ventas de estas acciones deben estar generadas por dificultades del negocio evidenciadas en sus resultados anuales, no por movimientos en el precio de la acción.
El hecho de diversificar genera que las acciones ganadoras compensen a las perdedoras.
En estas empresas debemos mantener una visión global sin que nos dejemos llevar por resultados trimestrales.
Existen procedimientos en las empresas que hacen que nos mantengamos alejados de la inversión en ellas. Estas red flags son:
Historial de fraude de su equipo directivo.
Enriquecimiento del equipo directivo sin que haya skin in the game.
Dilución del accionista con ampliaciones de capital.
Pago de stock options sin realizar programas de recompras de acciones.
Manejo temerario de la situación de deuda.
Asignación de capital ineficiente.